por Sergio
Pulgar
Investigador
Histórico Aeronáutico
La figura del
Comodoro ARTURO MERINO BENÍTEZ, siempre resultará controversial, desde la
visión aeronáutica, primero por ser quien concretó una aspiración que, desde
sus inicios tuvo la aeronáutica militar chilena.
Nacida de la
visión de algunos Oficiales del Ejército de Chile, y sintetizada magistralmente
por el Coronel Pedro Pablo Dartnell en 1910, siempre aspiró a ser un arma
independiente dentro del Ejército, pero con señales claras de culminar siendo
una Fuerza Aérea Nacional, nombrada tempranamente en varios documentos.
Es esta
aspiración la que recoge el joven Teniente Coronel ARTURO MERINO BENÍTEZ,
cuando es designado Director de la Escuela de Aeronáutica Militar el 17 de
Julio de 1926. La primera medida que toma es ordenar que se le enseñe a volar,
ya que originalmente del Arma de Artillería, asumió que no podía comandar una
Unidad de vuelo, si él su Director no sabía volar.
Un singular
episodio constituye el momento en que un destacado aviador civil le solicita
ayuda para reparar uno de sus aviones; Merino le responde que la Aeronáutica
Militar no puede satisfacer su petición. Acto seguido le ordena a su Ayudante
que vaya a las caballerizas y elija uno de los caballos de su propiedad, que lo
venda en la feria y le entregue los fondos al aviador, para que pueda reparar
su avión.
Al asumir el
mando de la Aviación Militar en Abril de 1928, inicia una serie de vuelos que
lo llevan desde el norte al sur, inspeccionando, reconociendo y estableciendo
las bases de varios proyectos. Es acá cuando se va conformando la base
fundamental de lo que será el génesis de la Fuerza Aérea independiente, como un
Arma más, similar al Ejército y la Armada.
En efecto, la
primera de sus visiones es establecer un sistema de correo militar, como
embrión de una aviación de transporte. Para ello cuenta con el apoyo del
entonces Presidente de la República Carlos Ibáñez del Campo, a pesar de la
inestabilidad política, que a su vez tenía como principal motivo, las malas
condiciones económicas, que pronto se develaría como un gran problema mundial.
A pesar de lo
anterior ese mismo año se inician los trabajos para construir las instalaciones
de la fábrica Curtiss, en el Aeródromo de Los Cerrillos, con el objetivo de potenciar
la aviación militar, con un medio más eficiente para lograr cubrir las
necesidades nacionales.
En esa misma
línea, y establecida la Línea Aeropostal el 05 de Marzo de 1929 con Cirrus y
luego Gipsy MOTH, hacia el norte; su mirada se dirige al sur, el objetivo: unir
Magallanes con el resto del país por aire.
Sus travesía no
estuvieron exentas de peligro, una de ellas en el norte, cuando al despegar
choca con una mula, resultando dañado el avión, pero ilesos el Comodoro y su
Mecánico Tripulante; la que marcó el fin de su corta carrera de Piloto, sucedió
en el sur. Mientras efectuaba la carrera de despegue, el avión sufrió la
ruptura del tren de aterrizaje, por lo que rápidamente ordenó que se retirase
la nave averiada, subiendo a una segunda e iniciando inmediatamente el
despegue; la impetuosidad o el retraso en el retiro, resultó en que lo chocase,
terminando con un segundo avión afectado, cuando iba por el tercero, su
Ayudante le sugirió que no lo hiciese, por lo que resolvió simplemente: “No
vuelo más …”
Pero esta etapa tenía características geográficas extremas, lo que
implicaba una solución logística de apoyo que requería mucho de decisiones
extremas. Entre las soluciones, primero decidió que debía iniciar la
exploración con botes voladores o anfibios, para lo cual se crea la Escuadrilla
de Anfibios N° 1, basada en el sector de La Chamiza al este de Puerto Montt, y
a orillas del río del mismo nombre (o Coihuín).
Esta
prestigiosa Unidad sureña, recibió primero Gipsy MOTH, con flotadores, a los
que prontamente se unirían los Vickers VEDETTE (botes voladores de origen
canadiense).
Aprovechando la
existencia de los aviones de bombardeo Junkers R.42, trimotores de origen
alemán, proyectó el viaje a Punta Arenas en el ya legendario “J 6”, al cual se
le instalaron flotadores.
Mientras tanto,
ya se estaba elaborando cuidadosamente, la creación definitiva de una Fuerza
Aérea Nacional, con la convicción del Gobierno y las aprensiones del Ejército y
la Armada; aunque a nivel de aviadores todavía.
Mientras se
hacían las pruebas con el “J 6” con flotadores, ya los aviadores habían logrado
llegar a explorar y acuatizar con los VEDETTE hasta Aysén. Es en una de esas
misiones cuando el N° 6, al mando del Teniente Anibal Vidal y el Mecánico
Tripulante Cabo Alfredo Román, el 23 de Enero de 1930, se estrella en el agua,
desapareciendo el Piloto y su Mecánico Tripulante.
Con el ímpetu
que lo caracterizaba y profundamente afectado, ordena cargar el Junkers, para
ir en la búsqueda de los restos de sus camaradas.
La devastación
emocional la convierte en fuerza para ordenar que se inicie el programado viaje
a Magallanes, sería el mejor homenaje que podría rendirle a sus “muchachos”
caídos en Aysén.
Primero
acuatizan en Puerto Natales el 26 de enero de 1930, al día siguiente lo harían
en la bahía de Punta Arenas. Al mando del trimotor metálico, el Capitán Alfredo
Fuentes Martínez, comandante de los bombarderos.
Mas la osadía
no sería bienvenida por la naturaleza. La algarabía y las muestras de
reconocimiento por la misión lograda, dieron paso a creer que el resto sería
fácil, por lo que se le solicitó a la tripulación que efectuasen un vuelo de
reconocimiento, llevando al Intendente como pasajero el 07 de Febrero de 1930.
Entrada la
tarde, mientras volaban de regreso, se produjo la tragedia; falló una hélice,
perdiendo potencia, lo que resultó en un acuatizaje duro, sobre las aguas
turbulentas del Estrecho de Magallanes. Si bien sobrevivió la tripulación y el
Intendente; la naturaleza pidió su ofrenda, al aumentar la fuerza del viento y
las aguas dieron cuenta del avión.
Si bien el
Radiooperador Sargento 1°Luis Soto logró lanzar la llamada de emergencia, el
temporal se lo llevó al fondo de las aguas al Capitán Fuentes Martínez y el
Tripulante Moreno; salvando a duras penas el resto de los protagonistas que,
felizmente fueron rescatados por barcos de la zona, que habían acudido al
llamado de auxilio.
Profundamente
abatido por la segunda tragedia que en menos de un mes habían marcado la
apertura de la Ruta a Magallanes, el Comodoro se embarcó por mar, con la firme
decisión de renunciar a sus planes y al mando de la Aviación Militar.
La respuesta
del Gobierno fue contraria a su decisión, solo sugiriéndole que descansara y
suspendiera temporalmente toda actividad de vuelo.
Finalmente y ya
en Santiago, se le confirmó que el más caro de los sueños de los precursores y
del propio Comandante Merino, se cumpliría: se fusionarían los Servicios de
Aviación, para dar nacimiento a una FUERZA AÉREA NACIONAL independiente de las
tradicionales ya existentes. En el mismo evento se crea la Dirección General de
Aviación Civil, en tanto que se autoriza a la nueva Institución a consolidar su
gestión en función de la formación de Pilotos Civiles, en los Clubes Aéreos
creados para tal evento.
Arturo Merino
Benítez es nombrado Subsecretario de Aviación, convirtiéndose en el primer
Comandante de la Fuerza Aérea Nacional.
Las turbulencias
políticas de los años treinta verán al Comodoro envuelto en diversas acciones,
pero siempre con la vista fija en su “norte”, consolidar la Aviación en Chile.
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